Capítulo V de ‘Mi vuelta al mundo persiguiendo a Magallanes’
En el capítulo del cabo de las Vírgenes, expliqué cómo fue el hallazgo del paso al Pacífico. Hasta ahora, hemos seguido a Magallanes desde el río de la Plata (río Solís entonces). Vamos a abandonar, por el momento, la ruta que hicieron.
Salieron al Pacífico en cuanto descubrieron que tenían mar abierto en cabo Deseado para encontrar las Molucas, las islas de las especias, lo antes posible. Fue un error, aunque ellos aún no podían saberlo.
El problema de esa zona son las corrientes y vientos marinos. De haber costeado más al norte habrían encontrado una corriente que les acercara a esas islas. Pero al salir al océano desde el sur lo que encontraron fue una calma chicha que les mantuvo tres meses sin apenas poder avanzar, muertos de hambre, plagados de escorbuto y desesperados. De hecho, cuando se hizo la réplica del viaje de Magallanes en 2005, la nueva Nao Victoria cruzó por el canal de Panamá directa a Japón. Pero Magallanes quería salir del estrecho y buscar a toda costa su objetivo.

La razón del viaje de Magallanes la encontramos en el Tratado de Tordesillas. Los Reyes Católicos y Juan II de Portugal firmaron un tratado en 1494, tras el descubrimiento de América, para repartirse el mundo. Otras potencias quedaron perplejas, como Francia e Inglaterra, que no montaron el pollo porque estaban lo suficientemente alborotados con guerras en sus propios territorios como para andar indagando qué les pasaba a los Ibéricos en la sesera para hacer semejante cosa.
En ese momento, lo que movía tanto a Cristóbal Colón como a Magallanes era encontrar un camino a las islas especieras. Las especias eran fundamentales para la conservación de alimentos y para quitarles, supongo, el olor a podrido que tendrían muchas veces. Por tanto, las especias eran fundamentales. Y su valor, muy elevado.
Si bien, las Molucas en virtud del Tratado, correspondían a España, el camino que a ellas llevaba bordeando África, entraba en la demarcación portuguesa. De ahí el interés por encontrar el camino por América, y lo fácil que le resultó a Magallanes convencer a Carlos I de la necesidad de encontrar el paso. Por eso, abandonaron el estrecho a toda prisa para seguir avanzando hacia su meta.

Nosotros vamos a abandonar a Magallanes, de momento, mientras lidia con la calma chicha de los alisios del océano Pacífico (de ahí el nombre que adjudicó Magallanes a lo que hasta ahora había sido mar del Sur) y vamos a seguir hacia el norte.
Nos encaminamos a Puerto Natales, en la misma región magallánica. Vamos en buses de la empresa Magallanes y seguimos en la Patagonia.
Bordeamos el estrecho y volvemos a ver el paisaje estepario ya conocido que va modificándose poco a poco, aumentando la vegetación, donde podemos ver algunas vacas. Entramos en la provincia Última Esperanza (ya veis qué nombres, para animar) y abandonamos la autovía para entrar por una carretera truculenta a Puerto Natales, donde llegamos hacia las dos. Solo han sido tres horas de viaje. Muy llevadero.
Aquí nos desviamos unos días al Parque Nacional Torres del Paine, pero eso será otra historia.
Embarcamos en Puerto Natales para llegar hasta Puerto Montt. Si Magallanes hubiera seguido esa ruta, habría descubierto las tierras chilenas, que más tarde recorrería Diego de Almagro en una expedición terrible y Pedro de Valdivia posteriormente.
Nosotros vamos a hacer lo que debió haber hecho Magallanes: seguir costeando hacia el norte. Embarcamos en el barco Edén, que transporta personas y mercancías por los fiordos que jalonan el sur de Chile. Es un territorio muy duro. Hay pueblos, como Edén, totalmente alejados de cualquier otro punto, cuyo único acceso es por mar en los barcos que hacen la ruta en la que hemos embarcado. Ni siquiera hay puerto en Edén. Al aproximarse el barco, de madrugada, se acercan lanchas a recoger a los pasajeros y la mercancía. Observo el entorno. Lo agreste del paisaje, la casi nula vegetación, una costa muy escarpada, con poquísima zona llana donde se encuentran los asentamientos. Tanto frío y picos nevados me impresionan. Supongo que, en caso de urgencia, tendrá que venir un helicóptero. Aquí no hay salida.

NAVEGANDO POR EL SUR DE CHILE
Recorremos canales muy estrechos. Nos avisaron para asomarnos a ver cómo pasaba el barco por uno que era poco más ancho que la nave. La angostura Inglesa, que es otro canal interesante, es algo más ancha. Desde la cubierta vemos cómo el piloto va sorteando los peñascos, muchos de ellos balizados, lo que no quita para que, de vez en cuando, alguno de estos barcos tenga problemas. De hecho, esta misma ruta ha tenido dos percances recientes. Uno por chocar con una roca, justo en el trayecto anterior, por lo que tuvieron que cambiarnos el barco que estaba previsto y otro fue un incendio por culpa de unos pasajeros. Fueron unos argentinos, borrachos perdidos, que se pusieron a hacer un asado en el interior, en la zona de camarotes. Tal cual. Desde entonces, no está permitido el alcohol en su interior. Hemos visto un barco naufragado, todo oxidado, con multitud de gaviotines volando a su alrededor. En esa zona hay lobos marinos, por lo que a veces pueden verse orcas.
Nos avisan por si queremos subir al puente de mando. Hemos salido disparados hacia arriba por un camino laberíntico. En el puente vemos todos los instrumentos, el compás magnético, el péndulo para la inclinación, los radares de superficie, el eco de profundidad, la carta de navegación (estas las archivan), el navegador GPS, y muchos botoncitos que dan muchas ganas de apretar. Desde el puente hay una vista estupenda y se está caliente. Tienen puesto el piloto automático, por eso nos dejan estar allí. De todas formas, Felipe, el piloto que está de guardia, corrige de vez en cuando el rumbo. Nos dice que se fía más de un aparato digital que tiene a la vista. Estamos navegando por el canal Messier y dentro de poco saldremos al océano. Va a estar algo movido, y nos enseñan la foto de las olas que vamos a pasar. De fuerza seis, creo, dicen que no es mucho. Parece que la semana pasada pasaron con una fuerza diez y todo el mundo estuvo malo.
Hablamos de distintas cosas y de historia. Felipe es un tipo culto y nos explica bastantes cosas sobre los periodos de la historia de Chile, de las tribus que la habitaban. Nos dijo que hay unas tribus en el norte que construían barcas hinchables con pellejos de animales. Nos habló de los canoeros, que pasaban casi toda su vida en las canoas, donde cocinaban y prácticamente no iban a tierra. Fue muy interesante la explicación sobre los mapuches y su forma de guerrear. El imperio inca llegó hasta la zona Mapuche. Estos sacudieron a los incas, que se dieron la vuelta y no lo intentaron más. Tampoco tendrían mucho interés, supongo. No creemos que hubiera nada que les interesara demasiado en esta zona tan poco habitable. Me ha parecido interesante la comparación que ha hecho de la forma de conquista de los incas con la de los persas. En ambos casos, adoptaban la cultura del país conquistado, ponían a un jefe dirigiendo la zona y no se ensañaban más. Eran tolerantes y mantenían la cultura y costumbres de los lugares conquistados. Por eso no les ponían muchos problemas en su avance. También nos habla de los problemas que tenían los españoles para combatir por aquí, ya que la humedad les inutilizaba pistolas y espadas. Le pregunto qué significa el nombre de Chile y me dice que no se sabe con certeza, porque hay varias posibilidades derivadas de palabras mapuches como Che: gente, y otras.

LOS CANOEROS PASABAN CASI TODA SU VIDA EN LAS CANOAS, DONDE COCINABAN Y PRÁCTICAMENTE NO IBAN A TIERRA
Saliendo al mar hemos podido ver fauna marina. He visto un resoplido y lo he señalado con un grito. La ballena ha resoplado dos veces más, nos ha dado tiempo a fijar dónde estaba y hemos visto la cola. Juanjo ha hecho unas fotos en ráfaga y ha podido retratar la cola estupendamente mientras yo aplaudía. Felipe me hacia señales con el pulgar en alto desde el puente. Lo que hemos visto es una ballena jorobada, o Yugurta, que están migrando. Hemos tenido suerte.
Pero también ha podido Juanjo retratar petreles, petreles damero, que tiene unas alas bonitas, con dibujos en blanco y negro, albatros de ceja e incluso a un albatros errante, de cuatro metros de envergadura, difíciles de ver porque no se acercan a los barcos. La envergadura de los albatros de ceja es de 1,5 a 2 metros. El ala del errante, de cuatro metros en total, se ve muy larga incluso desde lejos. Los albatros pasan el 80% de su vida en el aire, incluso copulan en vuelo, y duermen volando. Tienen el cerebro dividido, como los delfines, para volar mientras duermen. Si se posan, les cuesta elevarse. Se sumergen muy poco, nada que ver con los cormoranes, que bucean mucho.
El mar se ha puesto duro. He estado repartiendo medicamentos para el mareo y nos han preparado comida seca y pasta.
En el tercer día de navegación entramos en el golfo Corcovado, donde podrían verse ballenas azules, las más grandes, así que salimos todos a cubierta a otear. Poco a poco, el mar va quedándose como un plato, y sale un sol increíble. Nos vamos quitando ropa hasta quedarnos en camiseta. Juanjo va en chanclas desde ayer.

Entramos poco a poco, según nos vamos achicharrando, a los camarotes a cambiarnos de zapatos y de ropa. No vemos mucho animal, aparte de unas crías de lobo marino en la costa que estaban tumbadas al sol, con las aletas hacia arriba. Hemos visto una corriente muy rara. Parecía que había animales, pero eran pequeñas olas. No vemos más ballenas pero, si pasan, las veremos, porque el mar está en calma chicha. Nos dicen que el golfo se pone a veces peor que el mar abierto y que, en esos casos, tienen que buscar canales para evitarlo.
Recordamos lo de Magallanes con la calma chicha, imaginamos tanta penuria y hablamos de eso un poco con Paco y Conchita, una pareja de españoles que viven en Canadá. Hay pasajeros de Ecuador, Tasmania —donde pensamos ir en próximos días— y un gallego —siempre hay un gallego en todas partes—. Pasamos los momentos de calma, sopor y calor hablando con unos y otros.
Nos estamos tostando, pero dentro del barco hace más calor. En el camarote es insoportable. Así que nos quedamos en cubierta. Si te arrimas al borde, corre algo de aire. Miro al mar imaginando lo que le ha costado a Magallanes el error de haber salido tan pronto al océno Pacífico. Nosotros estamos ya cerca de Puerto Montt, donde llegaremos mañana y seguiremos costeando por tierra. Pero a ellos, en esos pequeños barcos, sin comida, sin moverse apenas… ¿qué les pasó? Seguiremos hablando de ellos.
BIBLIOGRAFÍA
Fuente Ramos, Mercedes de la. Crónicas desde la Costa. cronicasdesdelacosta.blogspot.com/
https://www.blogger.com/blogger.g?blogID=2089285406986515436#allposts
Pigafetta, Antonio, Primer viaje en torno al globo, Ed, Calpe, Madrid, 1922
Pueblos originarios, Biografías. https://pueblosoriginarios.com/biografias/gamboa.html
Sánchez Sorondo, Gabriel. Travesía al fin del mundo. Ed. Nowtilus, 2006
Thompson, Harry. Hacia los Confines del Mundo. Ed. Salamandra, 2007